Hola a todos. ¿Sabéis a qué se refieren los biólogos cuando hablan de la “ciconia, ciconia” ¿No ? Pues no os podéis imaginar qué fin de semana he tenido echando un pulso a una pareja de “ciconia, ciconia” que estaban empeñadas en montarse el apartamento en un árbol de mi casa. En cuanto las vi planeando alrededor, con su ramita en el pico, y no de olivo precisamente, decidí montar la guardia y no dejar que la soltaran sobre el cedro o tendría okupas para los veinte o treinta años próximos.
Como sé, que estos okupas están protegidos y una vez anidados son intocables, hay que intentar que no hagan el nido y pongan el huevo o adiós muy buenas. En Soto, mi pueblo por adopción y por convicción, hay centenares, ¡qué digo! miles de estas aves, que campan felices comiendo toda clase de sabandijas, desde renacuajos, ranas, lagartijas a pequeños roedores y sin un solo enemigo natural. ¡Esto es Jauja! deben pensar mientras no dejan un solo animalillo a la redonda. Y no digamos si planean una y otra vez sobre tu coche o sobre la ropa recién tendida… Bueno, al final, creo que he conseguido que se vayan con la música, “su crotoreo”, a otra parte. ¿Cómo lo he logrado? Metiendo más ruido que ellas. Palmas, algún petardillo que otro, voces…Creo que han pensado que no soy una buena vecina y se han pirado, supongo que echando pestes. Y que conste que es un ave que me encanta, pero también me encantan los huevos fritos y nunca tomo más de dos. Todo en su justa medida.
¿Volverán las blancas cigüeñitas en mi pino su nido a fabricar?
Si tengos suerte, amigos míos, éstas… ¡ no volverán!
Ya sabéis… ¡no permitais que pongan la primera piedra (rama) o teneis “ciconia, ciconia” para siempre. ¿Sabéis que pesa un nidito? Pues puede pasar de los doscientos kilos.